Chakras

C   h   a   k   r   a   s

La energía se define como la capacidad que tienen los cuerpos para realizar un trabajo debido a su constitución interna, su posición potencial o su movimiento cinético.

La majestuosidad del universo se revela a través de los movimientos coordinados de sus millones de soles, planetas y galaxias. La Tierra misma, en su esencia, participa en esta asombrosa unidad donde se manifiestan diversas transformaciones energéticas.

La energía, al manifestarse en distintas formas o sistemas físicos, abarca categorías como térmica, mecánica, eléctrica, química, electromagnética, nuclear y luminosa, entre otras.

A pesar de las variadas transformaciones que puede experimentar la energía en procesos de conversión, la cantidad total de energía permanece constante. Este principio fundamental, conocido como la ley de conservación de la energía, establece que la energía ni se crea ni se destruye; simplemente se transforma. En consecuencia, la energía total de un sistema aislado se mantiene constante, y en el vasto universo, no hay lugar para la creación ni la desaparición de energía, sino para la transferencia de un sistema a otro o la transformación de una forma de energía a otra.

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En la compleja red de actividades desempeñadas por los seres vivos en nuestro planeta, incluyendo la vasta variedad de acciones humanas, la energía desempeña un papel fundamental. La mera existencia, desde ingerir alimentos y respirar hasta trabajar, realizar ejercicios y estudiar, implica una constante transformación de energía.

Todos los organismos vivos requieren una fuente de energía vital para mantenerse con vida. Esta energía puede ser obtenida a través de diversas fuentes, como la luz solar, los alimentos, las plantas, la tierra, el agua y el aire.

En última instancia, todo en el universo está constituido por energía.

Dado que somos esencialmente energía, cada ser vivo posee un campo magnético que lo rodea, conocido comúnmente como aura, y que varía en términos de terminología según la escuela espiritual que la analice.

Dentro de este campo energético, existen varias aperturas que nos conectan y nos permiten intercambiar energía con el entorno, otras personas, diferentes seres y la naturaleza. Estos canales energéticos son conocidos como chakras, también llamados vórtices energéticos, ya que se asemejan a ruedas que giran constantemente. Estos centros de energía, presentes en forma de círculo en nuestro cuerpo, vibran continuamente y se distribuyen en cantidades incontables por todo el aura de los seres vivos. Los canales por los cuales fluye la energía se denominan nadis, que se traduce como tubos, cañerías o corrientes en sánscrito.

¿Cómo se manifiesta este fenómeno?

La explicación es simple: todos los seres vivos están compuestos por células. En el caso de los humanos, estamos formados por miles de millones de estas unidades fundamentales. Cada célula, esencial para mantener la vida, requiere de energía vital para llevar a cabo sus funciones y necesita recibir y liberar energía de manera constante. Gracias a este intercambio energético, nacemos, crecemos y nos desarrollamos. Eventualmente, llega un momento en que cesan estos cambios energéticos y el cuerpo físico muere junto con sus células. Los chakras, como principales agentes de este cambio energético, juegan un papel crucial en esta dinámica. Cada célula viva se encuentra asociada a un chakra en constante movimiento.

Los Chakras

 Cada chakra se considera una puerta de entrada para la energía vital que fluye a través del cuerpo. Los chakras son centros de energía ubicados a lo largo de la columna vertebral, desde la base hasta la parte superior de la cabeza, que desempeñan un papel crucial en la filosofía y las prácticas espirituales de varias tradiciones, incluyendo el hinduismo, el budismo y el yoga. La palabra «chakra» proviene del sánscrito y significa «rueda» o «disco», lo que refleja la concepción de estos centros como vórtices de energía giratoria.

La idea de los chakras se origina en los antiguos textos hindúes llamados Upanishads, que datan de alrededor del 600 a.C. En estos textos, los chakras se describen como puntos de concentración de prana, la energía vital universal. A medida que evolucionaron las prácticas espirituales y filosóficas en el subcontinente indio, la noción de los chakras se incorporó en el sistema del yoga, que busca equilibrar y armonizar estos centros de energía para promover la salud física, mental y espiritual.

En la tradición del yoga, se reconocen siete chakras principales, cada uno asociado con una ubicación específica en el cuerpo, una gama de funciones físicas, emocionales y mentales, y un color y elemento correspondientes.

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Chakra se refiere a la energía física o espiritual del cuerpo humano. Cuando la energía vital se mueve libremente por el cuerpo, los chakras giran y las personas pueden alcanzar un estado de conciencia pura. Los cinco primeros chakras principales están relacionados con el fuego, el agua, la tierra, el éter y el aire. El yantra se refiere a la forma física del chakra, que tiene pétalos de flor de loto que representan de forma única cada chakra rodeándolos con un número específico de pétalos. Los colores apoyan la identidad de cada símbolo de chakra - el sistema de chakras está ordenado en los colores del arco iris, hacia arriba desde la base de la columna vertebral.

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Como el primer chakra, el símbolo del chakra raíz tiene una riqueza de significado intrincado, conectándose de manera profunda con el elemento tierra. Se presenta en la forma del símbolo alquímico de la tierra, amplificando así la energía y los poderes de conexión a tierra inherentes al Mudhalara.

El loto de cuatro pétalos que adorna el chakra raíz simboliza las cuatro esferas de la conciencia a través de sus pétalos: Manas (mente), Buddhi (intelecto), Chitta (conciencia) y Ahamkara (ego).

El cuadrado, prominente en este símbolo, representa la energía vital fundacional, transmitiendo un sentido de rigidez y estabilidad esenciales. La repetición del número cuatro en las cuatro esquinas del cuadrado refleja la energía vital primordial que sustenta la existencia.

Dentro de la flor de loto, se encuentra un yantra con una flecha apuntando hacia abajo, formando un triángulo invertido. Cada una de las tres puntas de este triángulo tiene un significado vinculado a la conciencia, la experiencia y a tres divinidades específicas. Este triángulo invertido simboliza el elemento tierra, irradiando la poderosa energía de la tierra hacia el individuo.

El color rojo, que predomina en el chakra raíz, representa la fuerza, la seguridad y el control. Este color no solo refleja la vitalidad fundamental del chakra, sino que también simboliza el nacimiento de la conciencia humana en su forma más básica.

El mineral hematita, de tonalidad rojizo-negra, se asocia con el chakra raíz, nutriendo las raíces del individuo. Esta conexión con la hematita refuerza la idea de la fortaleza, la estabilidad y la conexión con la tierra que caracterizan al chakra raíz en la tradición yóguica.

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El chakra sacro, conocido también como Svadhisthana, se erige como el epicentro de nuestra energía. Asociado al elemento agua, este chakra encarna la fluidez, el movimiento y la vitalidad.

El loto de seis pétalos es emblemático de este chakra. Sus pétalos simbolizan la conquista de emociones y cualidades negativas como la ira, los celos, la crueldad, el odio, el orgullo, entre otras. A través de esta representación floral, se nos invita a abrazar nuestras cualidades divinas.

Los círculos del yantra, que conforman un símbolo circular, encapsulan el elemento agua y la luna. Este diseño captura la naturaleza cíclica del nacimiento, la muerte y el renacimiento, revelando la constante evolución de la existencia.

La luna creciente, otro elemento simbólico, connota ciclos perpetuos, cambio incesante, caos y movimiento continuo. Este símbolo lunar en el chakra sacro subraya la interminable transformación de la vida.

El color naranja, representativo del chakra sacro, se manifiesta como un matiz cálido y estimulante. Este tono ejerce una influencia significativa en la sexualidad, la intimidad y la creatividad de las personas, encapsulando la energía radiante de este centro vital.

El ojo de tigre, una piedra de tonalidad naranja, se convierte en aliado al alinear el chakra sacro. Su influencia se extiende a la búsqueda del control en la vida, proporcionando una guía sólida para mantener el equilibrio y la armonía en este centro energético.

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El simbolismo del chakra del plexo solar, también conocido como Manipura, se vincula estrechamente con el elemento fuego y el sol, encapsulando la esencia de la energía y el poder personal.

El loto de diez pétalos que caracteriza al chakra del plexo solar representa los pranas intrínsecos que coexisten en nuestro ser: Prana, Apana, Udana, Vyana, Samana, Naga, Kurma, Devadatta, Krikala y Dhananjay. Estos pranas simbolizan la red de energía vital que fluye en nuestro interior, cada uno desempeñando un papel crucial en nuestro equilibrio y bienestar.

La presencia del triángulo invertido en el símbolo es reveladora, representando el descenso de la energía a lo largo de los centros de energía, un proceso vital para desbloquear y movilizar la Kundalini. Este triángulo simboliza el flujo ascendente y descendente de la fuerza vital, un movimiento dinámico esencial para la armonización y expansión espiritual.

El color amarillo, que prevalece en el símbolo, encarna la capacidad de conectar con nuestra propia fuente de luz interna. Este matiz resuena con nuestra autoestima y amor propio, destacando la importancia de irradiar la energía positiva y la confianza que proviene de nuestro centro de poder personal.

El ámbar, en su rol como piedra asociada, se convierte en una herramienta valiosa. No solo actúa para mitigar sentimientos de vergüenza e inseguridad, sino que también fortalece la confianza en uno mismo. Como protectora energética, el ámbar contribuye a establecer una conexión sólida con el plexo solar, fomentando la autenticidad y la autoaceptación en nuestro viaje espiritual y emocional.

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Anahata, en sánscrito, designa el chakra del corazón y connota la idea de «no herido», «no atascado» o «no golpeado». Este chakra se vincula con el elemento aire y desempeña un papel crucial al conectar los tres chakras base y los tres chakras superiores.

El loto de doce pétalos que caracteriza al chakra del corazón simboliza las doce cualidades divinas intrínsecas al corazón humano. Estas incluyen el amor, la dicha, la armonía, la comprensión, la compasión, el perdón, la paz, la claridad, la empatía, la pureza, la compasión y el perdón.

La presencia de una estrella de seis puntas en este contexto representa la fusión de las energías masculina y femenina. La estrella, conformada por dos triángulos superpuestos, uno dirigido hacia arriba y otro hacia abajo, ilustra cómo estas energías se entrelazan armoniosamente para crear la forma de una estrella.

Asimismo, el hexagrama, construido por dos triángulos, destaca la importancia central del chakra del corazón en la conexión del sistema energético. Esta figura geométrica representa la armonización de aspectos opuestos y la convergencia de fuerzas que convergen en este punto focal.

El color verde, que caracteriza al chakra del corazón, simboliza la capacidad de dar, recibir y sanar. Este tono evoca la habilidad de dejar atrás el dolor y el arrepentimiento, nutriendo así la esencia curativa de este centro energético.

En cuanto al cuarzo rosa, piedra principal asociada con la curación del chakra del corazón, es una excepción única en la relación cristal-color. Profundamente correlacionado con la sanación emocional y espiritual, el cuarzo rosa fortalece la energía del anahata, contribuyendo a un equilibrio y bienestar interior.

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El Vishuddha, o chakra de la garganta, está intrínsecamente vinculado a nuestra habilidad para expresarnos y comunicarnos auténticamente. Un bloqueo en este chakra puede repercutir en nuestra autenticidad y representa el elemento éter, que es el espacio que encapsula la esencia del vacío.

El loto de dieciséis pétalos asociado al Vishuddha guarda una conexión simbólica con las dieciséis vocales del sánscrito. Estas vocales, livianas y fluidas, respaldan la naturaleza etérea del habla y la comunicación.

El triángulo invertido es un símbolo que encapsula la energía de los tres chakras inferiores, convergiendo y ascendiendo hacia los chakras superiores. Este diseño gráfico refleja la elevación de la energía desde las instancias más fundamentales hacia niveles superiores de consciencia.

El círculo, un elemento destacado en el símbolo del chakra de la garganta, incorpora la fuerza del círculo blanco. Este círculo, que evoca la luna llena, simboliza la etapa del ciclo lunar que representa la liberación, el descanso y la capacidad de soltar. A través de este proceso, se puede acceder al conocimiento y la pureza interna.

El color azul, representado en este chakra, favorece la curación de la comunicación al simbolizar la calma, la verdad, la confianza y la inteligencia. Este matiz evoca una sensación de tranquilidad y serenidad, creando un ambiente propicio para la expresión auténtica y sin restricciones.

La ágata de encaje azul, una piedra de tono azul intenso, despliega una eficaz circulación de energía en el centro del Vishuddha. Su presencia enriquece y nutre este chakra, contribuyendo a un flujo armonioso de energía y fomentando la expresión consciente y clara.

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El Chakra del Tercer Ojo, también conocido como Ajna, se erige como el epicentro de gravedad y sabiduría en la anatomía energética. A diferencia de los chakras anteriores, no se encuentra asociado a un elemento específico. Algunos lo interpretan como símbolo de la luz, mientras que otros lo ven como una representación del todo en su esencia.

La representación visual de este chakra es un loto de dos pétalos, un yantra que configura un círculo con únicamente dos pétalos, simbolizando los sonidos fundamentales de la semilla y la conexión espiritual entre el yo y la divinidad.

El triángulo invertido es otro elemento distintivo que acompaña al Ajna. Este triángulo es interpretado como un canal de energía que encarna nuestra conciencia y el ser superior, siendo un emblema del despertar de la glándula pineal.

El Ajna se vincula estrechamente con los tonos añil y púrpura. Estas tonalidades, de naturaleza mística, encarnan la sabiduría superior y fortalecen nuestra conexión con la intuición, contribuyendo así a la expansión de nuestra percepción interior.

En la elección de piedras, la amatista destaca por sus ricos matices púrpuras, mientras que el lapislázuli aporta una intensidad azul profundo. Ambas piedras se consideran ideales para armonizar y potenciar el Chakra del Tercer Ojo, siendo vehículos para fortalecer la conexión con la espiritualidad y la intuición.

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El Chakra de la Corona, conocido como Sahasrara, representa la culminación de los siete chakras, y su esencia se encuentra en la conexión espiritual y la transformación.

Este chakra se simboliza a través de un loto de mil pétalos, reflejando nuestra conexión con lo divino y la unidad con el universo. La flor de loto, símbolo de prosperidad, representa la elevación espiritual.

La forma del círculo en este contexto posee una representación universal de la naturaleza infinita y cíclica. Al igual que la energía, es interminable. Se asemeja a la plenitud de la luna llena y se vincula con nuestra conexión tanto interna como externa, manifestando la unidad con nosotros mismos y con los demás.

Los colores asociados con el Chakra de la Corona son tonos de violeta combinados con blanco brillante. Estos colores luminosos irradian a través de la parte superior de la cabeza, simbolizando la espiritualidad y la iluminación que se desprenden de este chakra.

En la búsqueda de abrirnos a la conexión con un poder superior, el cuarzo claro emerge como una herramienta valiosa. Su energía puede facilitar la apertura espiritual, permitiendo a los individuos alcanzar niveles más elevados de conciencia y comprensión de su existencia en el universo.

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La energía se define como la capacidad que tienen los cuerpos para realizar un trabajo debido a su constitución interna, su posición potencial o su movimiento cinético.

La majestuosidad del universo se revela a través de los movimientos coordinados de sus millones de soles, planetas y galaxias. La Tierra misma, en su esencia, participa en esta asombrosa unidad donde se manifiestan diversas transformaciones energéticas.

La energía, al manifestarse en distintas formas o sistemas físicos, abarca categorías como térmica, mecánica, eléctrica, química, electromagnética, nuclear y luminosa, entre otras.

A pesar de las variadas transformaciones que puede experimentar la energía en procesos de conversión, la cantidad total de energía permanece constante. Este principio fundamental, conocido como la ley de conservación de la energía, establece que la energía ni se crea ni se destruye; simplemente se transforma. En consecuencia, la energía total de un sistema aislado se mantiene constante, y en el vasto universo, no hay lugar para la creación ni la desaparición de energía, sino para la transferencia de un sistema a otro o la transformación de una forma de energía a otra.

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En la compleja red de actividades desempeñadas por los seres vivos en nuestro planeta, incluyendo la vasta variedad de acciones humanas, la energía desempeña un papel fundamental. La mera existencia, desde ingerir alimentos y respirar hasta trabajar, realizar ejercicios y estudiar, implica una constante transformación de energía.

Todos los organismos vivos requieren una fuente de energía vital para mantenerse con vida. Esta energía puede ser obtenida a través de diversas fuentes, como la luz solar, los alimentos, las plantas, la tierra, el agua y el aire.

En última instancia, todo en el universo está constituido por energía.

Dado que somos esencialmente energía, cada ser vivo posee un campo magnético que lo rodea, conocido comúnmente como aura, y que varía en términos de terminología según la escuela espiritual que la analice.

Dentro de este campo energético, existen varias aperturas que nos conectan y nos permiten intercambiar energía con el entorno, otras personas, diferentes seres y la naturaleza. Estos canales energéticos son conocidos como chakras, también llamados vórtices energéticos, ya que se asemejan a ruedas que giran constantemente. Estos centros de energía, presentes en forma de círculo en nuestro cuerpo, vibran continuamente y se distribuyen en cantidades incontables por todo el aura de los seres vivos. Los canales por los cuales fluye la energía se denominan nadis, que se traduce como tubos, cañerías o corrientes en sánscrito.

¿Cómo se manifiesta este fenómeno?

La explicación es simple: todos los seres vivos están compuestos por células. En el caso de los humanos, estamos formados por miles de millones de estas unidades fundamentales. Cada célula, esencial para mantener la vida, requiere de energía vital para llevar a cabo sus funciones y necesita recibir y liberar energía de manera constante. Gracias a este intercambio energético, nacemos, crecemos y nos desarrollamos. Eventualmente, llega un momento en que cesan estos cambios energéticos y el cuerpo físico muere junto con sus células. Los chakras, como principales agentes de este cambio energético, juegan un papel crucial en esta dinámica. Cada célula viva se encuentra asociada a un chakra en constante movimiento.

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Los Chakras

 Cada chakra se considera una puerta de entrada para la energía vital que fluye a través del cuerpo. Los chakras son centros de energía ubicados a lo largo de la columna vertebral, desde la base hasta la parte superior de la cabeza, que desempeñan un papel crucial en la filosofía y las prácticas espirituales de varias tradiciones, incluyendo el hinduismo, el budismo y el yoga. La palabra «chakra» proviene del sánscrito y significa «rueda» o «disco», lo que refleja la concepción de estos centros como vórtices de energía giratoria.

La idea de los chakras se origina en los antiguos textos hindúes llamados Upanishads, que datan de alrededor del 600 a.C. En estos textos, los chakras se describen como puntos de concentración de prana, la energía vital universal. A medida que evolucionaron las prácticas espirituales y filosóficas en el subcontinente indio, la noción de los chakras se incorporó en el sistema del yoga, que busca equilibrar y armonizar estos centros de energía para promover la salud física, mental y espiritual.

En la tradición del yoga, se reconocen siete chakras principales, cada uno asociado con una ubicación específica en el cuerpo, una gama de funciones físicas, emocionales y mentales, y un color y elemento correspondientes.

Chakra se refiere a la energía física o espiritual del cuerpo humano. Cuando la energía vital se mueve libremente por el cuerpo, los chakras giran y las personas pueden alcanzar un estado de conciencia pura. Los cinco primeros chakras principales están relacionados con el fuego, el agua, la tierra, el éter y el aire. El yantra se refiere a la forma física del chakra, que tiene pétalos de flor de loto que representan de forma única cada chakra rodeándolos con un número específico de pétalos. Los colores apoyan la identidad de cada símbolo de chakra - el sistema de chakras está ordenado en los colores del arco iris, hacia arriba desde la base de la columna vertebral.

Los 7 Chakras

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Como el primer chakra, el símbolo del chakra raíz tiene una riqueza de significado intrincado, conectándose de manera profunda con el elemento tierra. Se presenta en la forma del símbolo alquímico de la tierra, amplificando así la energía y los poderes de conexión a tierra inherentes al Mudhalara.

El loto de cuatro pétalos que adorna el chakra raíz simboliza las cuatro esferas de la conciencia a través de sus pétalos: Manas (mente), Buddhi (intelecto), Chitta (conciencia) y Ahamkara (ego).

El cuadrado, prominente en este símbolo, representa la energía vital fundacional, transmitiendo un sentido de rigidez y estabilidad esenciales. La repetición del número cuatro en las cuatro esquinas del cuadrado refleja la energía vital primordial que sustenta la existencia.

Dentro de la flor de loto, se encuentra un yantra con una flecha apuntando hacia abajo, formando un triángulo invertido. Cada una de las tres puntas de este triángulo tiene un significado vinculado a la conciencia, la experiencia y a tres divinidades específicas. Este triángulo invertido simboliza el elemento tierra, irradiando la poderosa energía de la tierra hacia el individuo.

El color rojo, que predomina en el chakra raíz, representa la fuerza, la seguridad y el control. Este color no solo refleja la vitalidad fundamental del chakra, sino que también simboliza el nacimiento de la conciencia humana en su forma más básica.

El mineral hematita, de tonalidad rojizo-negra, se asocia con el chakra raíz, nutriendo las raíces del individuo. Esta conexión con la hematita refuerza la idea de la fortaleza, la estabilidad y la conexión con la tierra que caracterizan al chakra raíz en la tradición yóguica.

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El chakra sacro, conocido también como Svadhisthana, se erige como el epicentro de nuestra energía. Asociado al elemento agua, este chakra encarna la fluidez, el movimiento y la vitalidad.

El loto de seis pétalos es emblemático de este chakra. Sus pétalos simbolizan la conquista de emociones y cualidades negativas como la ira, los celos, la crueldad, el odio, el orgullo, entre otras. A través de esta representación floral, se nos invita a abrazar nuestras cualidades divinas.

Los círculos del yantra, que conforman un símbolo circular, encapsulan el elemento agua y la luna. Este diseño captura la naturaleza cíclica del nacimiento, la muerte y el renacimiento, revelando la constante evolución de la existencia.

La luna creciente, otro elemento simbólico, connota ciclos perpetuos, cambio incesante, caos y movimiento continuo. Este símbolo lunar en el chakra sacro subraya la interminable transformación de la vida.

El color naranja, representativo del chakra sacro, se manifiesta como un matiz cálido y estimulante. Este tono ejerce una influencia significativa en la sexualidad, la intimidad y la creatividad de las personas, encapsulando la energía radiante de este centro vital.

El ojo de tigre, una piedra de tonalidad naranja, se convierte en aliado al alinear el chakra sacro. Su influencia se extiende a la búsqueda del control en la vida, proporcionando una guía sólida para mantener el equilibrio y la armonía en este centro energético.

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El simbolismo del chakra del plexo solar, también conocido como Manipura, se vincula estrechamente con el elemento fuego y el sol, encapsulando la esencia de la energía y el poder personal.

El loto de diez pétalos que caracteriza al chakra del plexo solar representa los pranas intrínsecos que coexisten en nuestro ser: Prana, Apana, Udana, Vyana, Samana, Naga, Kurma, Devadatta, Krikala y Dhananjay. Estos pranas simbolizan la red de energía vital que fluye en nuestro interior, cada uno desempeñando un papel crucial en nuestro equilibrio y bienestar.

La presencia del triángulo invertido en el símbolo es reveladora, representando el descenso de la energía a lo largo de los centros de energía, un proceso vital para desbloquear y movilizar la Kundalini. Este triángulo simboliza el flujo ascendente y descendente de la fuerza vital, un movimiento dinámico esencial para la armonización y expansión espiritual.

El color amarillo, que prevalece en el símbolo, encarna la capacidad de conectar con nuestra propia fuente de luz interna. Este matiz resuena con nuestra autoestima y amor propio, destacando la importancia de irradiar la energía positiva y la confianza que proviene de nuestro centro de poder personal.

El ámbar, en su rol como piedra asociada, se convierte en una herramienta valiosa. No solo actúa para mitigar sentimientos de vergüenza e inseguridad, sino que también fortalece la confianza en uno mismo. Como protectora energética, el ámbar contribuye a establecer una conexión sólida con el plexo solar, fomentando la autenticidad y la autoaceptación en nuestro viaje espiritual y emocional.

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Anahata, en sánscrito, designa el chakra del corazón y connota la idea de «no herido», «no atascado» o «no golpeado». Este chakra se vincula con el elemento aire y desempeña un papel crucial al conectar los tres chakras base y los tres chakras superiores.

El loto de doce pétalos que caracteriza al chakra del corazón simboliza las doce cualidades divinas intrínsecas al corazón humano. Estas incluyen el amor, la dicha, la armonía, la comprensión, la compasión, el perdón, la paz, la claridad, la empatía, la pureza, la compasión y el perdón.

La presencia de una estrella de seis puntas en este contexto representa la fusión de las energías masculina y femenina. La estrella, conformada por dos triángulos superpuestos, uno dirigido hacia arriba y otro hacia abajo, ilustra cómo estas energías se entrelazan armoniosamente para crear la forma de una estrella.

Asimismo, el hexagrama, construido por dos triángulos, destaca la importancia central del chakra del corazón en la conexión del sistema energético. Esta figura geométrica representa la armonización de aspectos opuestos y la convergencia de fuerzas que convergen en este punto focal.

El color verde, que caracteriza al chakra del corazón, simboliza la capacidad de dar, recibir y sanar. Este tono evoca la habilidad de dejar atrás el dolor y el arrepentimiento, nutriendo así la esencia curativa de este centro energético.

En cuanto al cuarzo rosa, piedra principal asociada con la curación del chakra del corazón, es una excepción única en la relación cristal-color. Profundamente correlacionado con la sanación emocional y espiritual, el cuarzo rosa fortalece la energía del anahata, contribuyendo a un equilibrio y bienestar interior.

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El Vishuddha, o chakra de la garganta, está intrínsecamente vinculado a nuestra habilidad para expresarnos y comunicarnos auténticamente. Un bloqueo en este chakra puede repercutir en nuestra autenticidad y representa el elemento éter, que es el espacio que encapsula la esencia del vacío.

El loto de dieciséis pétalos asociado al Vishuddha guarda una conexión simbólica con las dieciséis vocales del sánscrito. Estas vocales, livianas y fluidas, respaldan la naturaleza etérea del habla y la comunicación.

El triángulo invertido es un símbolo que encapsula la energía de los tres chakras inferiores, convergiendo y ascendiendo hacia los chakras superiores. Este diseño gráfico refleja la elevación de la energía desde las instancias más fundamentales hacia niveles superiores de consciencia.

El círculo, un elemento destacado en el símbolo del chakra de la garganta, incorpora la fuerza del círculo blanco. Este círculo, que evoca la luna llena, simboliza la etapa del ciclo lunar que representa la liberación, el descanso y la capacidad de soltar. A través de este proceso, se puede acceder al conocimiento y la pureza interna.

El color azul, representado en este chakra, favorece la curación de la comunicación al simbolizar la calma, la verdad, la confianza y la inteligencia. Este matiz evoca una sensación de tranquilidad y serenidad, creando un ambiente propicio para la expresión auténtica y sin restricciones.

La ágata de encaje azul, una piedra de tono azul intenso, despliega una eficaz circulación de energía en el centro del Vishuddha. Su presencia enriquece y nutre este chakra, contribuyendo a un flujo armonioso de energía y fomentando la expresión consciente y clara.

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El Chakra del Tercer Ojo, también conocido como Ajna, se erige como el epicentro de gravedad y sabiduría en la anatomía energética. A diferencia de los chakras anteriores, no se encuentra asociado a un elemento específico. Algunos lo interpretan como símbolo de la luz, mientras que otros lo ven como una representación del todo en su esencia.

La representación visual de este chakra es un loto de dos pétalos, un yantra que configura un círculo con únicamente dos pétalos, simbolizando los sonidos fundamentales de la semilla y la conexión espiritual entre el yo y la divinidad.

El triángulo invertido es otro elemento distintivo que acompaña al Ajna. Este triángulo es interpretado como un canal de energía que encarna nuestra conciencia y el ser superior, siendo un emblema del despertar de la glándula pineal.

El Ajna se vincula estrechamente con los tonos añil y púrpura. Estas tonalidades, de naturaleza mística, encarnan la sabiduría superior y fortalecen nuestra conexión con la intuición, contribuyendo así a la expansión de nuestra percepción interior.

En la elección de piedras, la amatista destaca por sus ricos matices púrpuras, mientras que el lapislázuli aporta una intensidad azul profundo. Ambas piedras se consideran ideales para armonizar y potenciar el Chakra del Tercer Ojo, siendo vehículos para fortalecer la conexión con la espiritualidad y la intuición.

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El Chakra de la Corona, conocido como Sahasrara, representa la culminación de los siete chakras, y su esencia se encuentra en la conexión espiritual y la transformación.

Este chakra se simboliza a través de un loto de mil pétalos, reflejando nuestra conexión con lo divino y la unidad con el universo. La flor de loto, símbolo de prosperidad, representa la elevación espiritual.

La forma del círculo en este contexto posee una representación universal de la naturaleza infinita y cíclica. Al igual que la energía, es interminable. Se asemeja a la plenitud de la luna llena y se vincula con nuestra conexión tanto interna como externa, manifestando la unidad con nosotros mismos y con los demás.

Los colores asociados con el Chakra de la Corona son tonos de violeta combinados con blanco brillante. Estos colores luminosos irradian a través de la parte superior de la cabeza, simbolizando la espiritualidad y la iluminación que se desprenden de este chakra.

En la búsqueda de abrirnos a la conexión con un poder superior, el cuarzo claro emerge como una herramienta valiosa. Su energía puede facilitar la apertura espiritual, permitiendo a los individuos alcanzar niveles más elevados de conciencia y comprensión de su existencia en el universo.