Como el yoga ha cambiado mi vida

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Como el yoga ha cambiado mi vida

¡Voy a compartir como el yoga ha cambiado mi vida y un poco de ese viaje de autoconocimiento!

He tenido mi primera clase de yoga en 2007. Una amiga había empezado a practicar y al hacer un bono de 3 meses podía invitar a alguien a 3 clases fue cuando he tenido mi primer clase de yoga.

El estudio estaba ubicado en un barrio noble de São Paulo y aunque fuera lejos de mi casa he decidido probar algo nuevo. Está ubicado en una casa de 2 pisos y las salas de práctica están en el piso de arriba, el suelo estaba revestido con tatami, ese que encontramos en escuelas de artes marciales, pero aun así me prestaron una de esas colchonetas azules de 60×120 para entrenamiento físico que al final opté por no usarla.

El profesor estaba en la sala de entrada cuando llegué para identificarme en la recepción, y con una sonrisa me saludó, sin que yo supiera que él sería el encargado de mi primera clase de yoga.

Ha sido una clase de 60 minutos. El profesor había puesto un mantra, hicimos un largo Om y empezamos la clase. Yo no tenía idea de cómo era una clase yoga. Hicimos un pranayama y en seguida comenzamos a mover el cuello, gato-vaca, perro boca abajo y después de eso el profesor nos pide que nos sentáramos y empieza a demonstrar asanas que podríamos hacer si hiciéramos yoga. Hizo el kakasana, sirshasana y unas cuantas posturas más que en ese momento era imposible para la mayoría de los 5 que estábamos presentes, luego hicimos shavasana y terminamos.

Mi amiga me preguntó que me había parecido la clase, y sin mucho interés respondo que bien, pero que no me apetecía volver. Ella dijo que debería dar otra oportunidad, yo dije que si, pero jamás he vuelto a este estudio.

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Después de eso se pasaron años antes de volviera a hacer una clase con un grupo. Me había mudado a Colombia y en este momento adaptarme en otro país era mi prioridad. 2 años después de estar en Colombia empecé a practicar la meditación zazen, pero me costaba mucho poder disfrutar de los efectos de la meditación pues mi cuerpo era rígido y me dolía mucho permanecer sentado en la postura por 45 minutos, luego caminábamos lentamente al rededor de la sala y volvíamos a sentar otros 45 minutos. No he podido seguir con esa práctica, necesitaba más flexibilidad en mi cuerpo y en mi mente para poder disfrutar de esas técnicas.

Durante los años que estuve en Bogotá he podido aprender mucho, de estar feliz de tenerme a mí para acompañarme, de asumir responsabilidades y de seguir adelante en medio de las adversidades para llegar a mi objetivo. Una amiga me ha regalado un libro de Carlos Castaneda, y con sus enseñanzas callar el diálogo interno se volvió el objetivo abstracto en mi grupo de amigos más cercanos. Nos íbamos al desierto de la Tatacoa por unos días para experimentar el silencio y tener encuentros con el desconocido.

En finales de 2011 había decidido irme de Colombia y volver a Brasil para visitar la familia y amigos, descargarme de objetos, equiparme de lo esencial para sacarme un año sabático. En 2012 se acabaría el mundo y no me gustaba nada pensar que terminaría todo buscando dinero para pagar cuentas entonces me fui de mi pueblo en marzo de 2012, mi hermana me dejó en la estación de bus de São Paulo y en la mañana siguiente estaba en la frontera con Bolivia. Tenía como objetivo llegar en Leticia, que es la capital del departamento amazónico de Colombia, y que hace frontera con Brasil y Perú, me tomaran 12 días de viaje llegar a mi destino y cuando llegué puede descansar finalmente.

En este momento yo había leído muchos libros de Castaneda y intentaba aplicar sus enseñanzas a todo momento, aunque era agotador me ha servido mucho, me ha permitido mantener la atención plena en el momento presente, lo que me ha permitido observar los detalles, conocer gente interesante y librarme de trampas maliciosas por muchas veces.

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Ya en Leticia, he conocido a una pareja de hippies que me ofrecieron una cabaña para alquilar por 2€ al día en la Comunidad Multiétnica Tacana que está ubicada a unos 20 km del centro de Leticia, un barrio que ha sido creado después que el gobierno colombiano implementara un proyecto que tenía como objetivo: Hacer el Amazonas productivo, y para eso debería crear una carretera desde Leticia hasta Tarapacá, 200 km de carretera de sur al norte cortando la selva amazónica a 50 km de la frontera con Brasil. Felizmente han podido entregar solamente 18 km de la carretera. En ese tramo la carretera a cortado muchas comunidades indígenas que fueron desplazadas y re-ubicadas a la orilla de la carretera provisoriamente con la promesa de que serían demarcadas tierras a ellos más adelante, los años pasaron y los asentamientos se volvieron barrios y cuando demarcaron las tierras muchos ya no querían meterse en el bosque a vivir como antes.

La comunidad Tacana estaba compuesta por 98% de indígenas en su mayoría Yucunas, Macunas y Uitotos con quien he tenido mucho contacto y creado amigos. Los 2 % eran personas que buscaban tierras de bajo coste, irse de las ciudades o simplemente habían llegado ahí por cuenta del destino.

Viví en el Tacana por 5 meses en 2012, fueron días intensos y poderosos como un bosque de esa magnitud puede proporcionar a los que ahí vivan, he construido casas, canoas, he aprendido a tejer el techo con hojas de acaraná, a ubicar bejucos que contienen agua potable, a usar muchas plantas medicinales y a escuchar y respetar el monte, pero una de las cosas que más he hecho en esos 5 meses era estar sólo y en silencio.

Uno de mis objetivos en este viaje era encontrarme con un chamán y aprender de él. En la finca que estaba mi cabaña había otras dos, una del propietario y otra vivía una pareja de hippies. El propietario se llama Terry, su pareja Pilar y sus hijos Whaira de 10 años, Tainá de 6 años, Sebastián de 4 años y Luz Celeste que todavía estaba en el útero de Pilar con 4 meses. La pareja era Walter y Natalia que estaba embarazada de Inlakesh que he podido estar para su llegada.

Hice muchos amigos, pero Walter era mi colega. Era aprendiz de brujo y hemos podido compartir mucho conocimiento en esos meses. Walter ha sido quien me ha presentado el Tzolkin y ese conocimiento es un regalo del tiempo que he recibido de tus manos, él tenía un libro de José Argüelles – El Llamado de Pacal Votal: El Tiempo es la cuarta dimensión, y eso es uno de los regalos más valiosos del Amazonas a mí.

Ahí también he conocido a Don Jesus, que en el primer día que he visitado su choza me a pedido como “regalo” un sombrero de paja que había encontrado en un círculo de piedra en el desierto de la Tatacoa años antes, ese sombrero lo había encontrado en una de esas excursiones que hacíamos a ese desierto, lo había visto y mi amigo Diego se me adelantó y lo cogió, pero cuando me fui de Bogotá en 2011 él me “devolvió” diciendo que yo era su verdadero dueño, yo decía que era un regalo de Don Juan para mí, pero el sombrero ha quedado poco conmigo.

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Don Jesus era un señor que vivía a hora y media caminando bosque adentro, él se negaba vivir como “blanco” y vivía sólo lejos de los demás humanos. Don Jesus era Uitoto, y en la hierarquía del clan era el cantante, el que conocía las canciones ancestrales de los rituales y fiestas, y como he sido baterista por 15 años me he identificado en un primer instante con él, aquí me he dado cuenta que al abrir el corazón la sincronicidad llega. Don Jesus tenía un hijo de mi edad, 31 años en ese momento, y con ellos he aprendido mucho del clan, de las plantas y de las historias que se contaban desde un principio.

Esos 5 meses pasaron volando, y en agosto tenía planeado volver a Brasil para la boda de mi hermana, un poco antes de emprender mi viaje de regreso he cogido dengue y durante 10 días estuve enfermo, pero me cuidaron con mucho cariño mis amigos, y cuando me he recuperado hice el camino de retorno a São Paulo. Esta enfermedad me ha tomado 10 kilos de peso, cuando llegué a mi pueblo mi madre y mis amigos se asustaron con mi aspecto, toda esa fuerza amazónica que había conquistado en esos 5 meses me ha tomado de vuelta el monte, pero no me he molestado por eso, yo confío en la inteligencia de la naturaleza.

Estuve 2 meses más en mi pueblo y durante ese tiempo hay un espacio cerca a la tienda de costura de mi madre que se llama Espacio Mizar, ahí empecé a practicar yoga en grupo, aunque no me pude profundizar he podido aprender el surya namaskar y poco más, luego seguí viajando. Me fui a una isla al sur de Rio de Janeiro, Isla Grande, una isla turística muy salvaje con mucho bosque y playas desiertas. Durante un mes estuve conociendo la isla, después me ha tocado trabajar como camarero. He conocido a 2 argentinas, una de ellas era profesora de yoga y cuando los días libres se juntaban íbamos a una playa y practicábamos en la puesta del sol, tenía un grupo de amigos y disfrutábamos mucho de esos atardeceres con yoga. En ese momento el yoga ya hacía parte de mi rutina diaria, siempre que podía encontraba un lugar para saludar al sol y meditar.

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De la isla me fui a Rio de Janeiro, yo hacía artesanías, y después del Amazonas y de la temporada en Isla Grande tenía mucho material para hacer pulseras, collares, atrapa sueños, cortinas, brincos, llaveros. Tenía una cantidad de productos exóticos hechos con mucho poder, cantando mantras y con un acabado muy guapo. Subí a Santa Teresa para exponerlos cerca al cine alternativo ahí arriba cuando de lejos reconozco a Eduardo Marinho, un tipo que había conocido años antes en Youtube, pues subieron una entrevista suya, y todo lo que decía él resonaba en mí, reconocerlo ahí era una señal que mi corazón sincrónico me apuntaba. Es un gran maestro, un ser humano con mucha luz.

El tiempo que estuve en Bogotá había trabajado como profesor de portugués en Ibraco, una escuela vinculada con la embajada brasileña para promocionar la cultura brasileña y el idioma es una manera de conectar los pueblos. Además de la escuela, también impartía clases en universidades, a empresarios interesados en hacer comercio con Brasil y a diplomáticos colombianos que debían que un idioma nuevo a cada 4 años para seguir avanzando en la carrera diplomática.

Yo ponía la entrevista de Eduardo a mis alumnos y luego discutíamos sobre el acento, las jergas, los tiempos verbales, pero lo que más me gustaba era incitarlos a hablar sobre el tema, que era sobre consciencia y la realidad que vivimos. Cuando me presenté a Eduardo en Rio y le dije que difundía su entrevista entre los colombianos nos volvimos amigos de inmediato. Me ha invitado a estar en su casa y me he quedado durante un mes, he podido aprender mucho en todo momento. En diciembre de 2012 estaba viajando con él a Visconde de Mauá donde vivían dos de sus hijos, un pueblito clavado en las montañas del litoral sur de Rio de Janeiro y ahí estuve hasta febrero. Vivía en el valle de Santa Clara, una vereda de campesinos en lo alto de la montaña. Ahí comía alimento orgánico, bebía agua que nacía de la tierra, y los colibrís pasaban volando dentro de mi pequeño chalet, he tenido días muy bonitos.

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Desde mediados de 2011, un poco antes de irme de Colombia había conocido a Mariana, un ser muy hermoso con quien he compartido momentos importantes de mi vida. Hemos tenido una relación de encuentros y despedidas, pero desde Isla Grande viajábamos juntos ya que ella iba a hacer un año de su carrera en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, estábamos juntos en el Valle de Santa Clara cuando algo le pasó, una fuerza ha hablado a través de ella a mí y durante una noche el tiempo se ha dilatado en años. En el día siguiente ella todavía estaba afectada, entonces tuve que llevarla de regreso a Colombia. 3 días después estábamos en Cali, durante el mes siguiente estuve en la casa de sus padres acompañándola y pasado ese tiempo ella estaba bien. Sus padres vivían en una condominio cerrado con muchas casas de campo, es un sitio muy tranquilo, en la sede de este condominio se hacían clases de yoga y nos apuntamos, en la primera clase Carlos (que solamente después fui a descubrir que era un sacerdote maya), me miró fijamente y dijo que me conocía y que yo debía ir a conocer su escuela de yoga que estaba en una finca a unos kilómetros de allí, terminando la clase fuimos directamente después de la clase a su finca y me lo ha presentado todo.

Era una finca muy grande, con un lago, un bosque de bambúes, un círculo de unos 10 metros de diámetro con 4 grandes piedras ubicadas en las 4 direcciones para rituales de fuego, otro círculo con un laberinto de pierdas para meditar por el camino, un huerto en forma de mandala, una arboleda de frutales con una casa en un gran árbol. Una casa colonial muy grande, con grandes ventanas y detalles en madera antigua con una gran sala de yoga con las ventanas hacia todo eso descrito antes. Al fondo había una casa de madera de 2 pisos con 4 habitaciones, Carlos me ha ofrecido una de esas habitaciones y que hiciera su curso de formación de yoga. Cuando terminamos la clase, de camino a su finca, él abrió su portátil, preguntó mi fecha de nacimiento y me dijo que yo era como él, era Kan, Kukulkán, la Serpiente Emplumada en Maya Tecum, y que si me dedicara sería un excelente profesor de yoga, y más, que tenía la configuración para traer hacia la luz el conocimiento que está escondido. Estuve 3 meses viviendo en la Ishka Yoga, practicando todos los días, en los fines de semana tenía las clases de la formación, en huerto, los rituales y las clases de portugués que había retomado en Cali para mantenerme. https://www.instagram.com/chakrarajakan/

Después de esos 3 meses era tiempo de seguir adelante, mi pasaporte iba a caducar y tenía que volver a Brasil, mi camino con Mariana llegaba a su fin y con conciencia plena de todo movimiento nos despedimos en el aeropuerto y volé nuevamente al Amazonas donde estuve por otros 3 meses.

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Luz celeste ya había nacido y Walter, Natalia y Inlakesh estaban en Iquitos a 3 días de viaje en balsa subiendo el río Amazonas. El año que había estado fuera parecía que no había existido, llegué y seguí jugando con los niños como si hubiéramos parado solamente por la comida retomando el juego cuando todos habíamos terminado.

Llegando en Leticia tenía dinero suficiente para comprar comida para una semana y llegar en el paradero final del bus y de ahí me tocaban 7 kilómetros caminando con 40 kilos de equipaje, yo iba paso a paso sin parar porque si parase me quedaría ahí tirado. Terry y Pilar no tenían teléfono, he podido hablar con un vecino antes y pedirle el favor de avisarles que yo llegaría el sábado.

Cuando llegué la finca estaba limpia y mi cabaña estaba arreglada para que yo pudiera acomodarme y descansar. Las niñas habían cosechado flores en los al rededores y decorado la cabaña, las sábanas estaban limpias y había leña abajo del fogón, aunque estaba muy cansado esta noche no he podido dormir porque el bosque me cantaba una canción interminable de ruidos, chasquidos, gruñidos y sonidos de una infinidad de seres que venían a saludarme.

Fueron 3 meses de superación, silencio y resiliencia. Después de casi 2 años viajando mi cuerpo no tenía forma y sentía que tenía que volver a mi pueblo, a mi casa para recuperarme de todo lo que había pasado ese tiempo.

Mientras bajaba por el río Amazonas, son 3 días en la balsa durmiendo en hamaca, sentía que parte de mí se deshacía en el aire, que el Oliver que había emprendido ese viaje ya no existía, que lo poco que restaba volaba en el viento. Va a cumplir casi 10 años de esos días en el barco, los delfines rosados, los atardeceres amazónicos y el olor del bosque.

Volviendo a São Paulo mi corazón se congeló, la selva de piedra, la correría de la gente, los ruidos, mi casa en silencio. Era invierno y hacía mucho frio, y pocos días después de llegar a mi casa mi perra Janis ha muerto, y con mis lágrimas he soltado parte de la tristeza que tenía en mi corazón, no podía entender que estaba haciendo ahí, ¿Por qué tuve que separarme de Mariana, porque no puede quedarme en el Amazonas? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué es todo eso que siento?

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Poco a poco fui creando una rutina, mi momento favorito era la práctica de yoga en el Espacio Mizar, el dueño me ha recomendado un libro, El Kibailión, y que haría una tertulia sobre ese libro. Lo compré y fue como mi mente empezó a organizar todo lo que había vivido, he podido ubicar la sincronicidad de los acontecimientos que me llevaron adonde estaba, pero solamente he podido traer paz a mi corazón cuando volví a Visconde de Mauá, al Valle de Santa Clara, a mi chalet y revivir todo lo que había vivido con Mariana esa noche, todo lo que ella decía, los detalles y me acordé de una frase que ella gritaba: ¡La estrella está llegando, la estrella está llegando, la estrella está llegando! Y al final dejalo ir.

Volví a mi pueblo, pero mantuve alquilado el chalet y siempre cuando podía me escapaba a mi chalet. En diciembre de 2013 estuve ahí, y Eduardo también, ha sido un momento importante encontrar con él después de todo eso, él me ha ayudado a mirar más profundo y lejos, y que no existe una persona iluminada, existe personas iluminándose y que el sentido de la vida es la propia existencia, lo experimentado, el camino, las sensaciones, los sentimientos, todo aquello que podemos llevar cuando morimos. Después de eso me sentí ligero y me abrí al mundo y el mundo se abrió a mí.

En 2014 decidí hacer un curso de formación de yoga, iba hacer lo que Carlos me había revelado. No tuve que buscar, mi profesora de yoga del Espacio Mizar me ha recomendado la escuela donde ella se había formado, fuimos un domingo a un Havan en el Aruna Yoga y tuve la certeza de que era ese el lugar que debería seguir estudiando.

Empezamos la formación el día 14 de marzo, éramos 7 personas, 5 chicos y 2 chicas, una de ellas era a Karina, mi Karina, fue amor a primera vista, aunque ella huyó de mí en el primer día, yo ya sabía que estaríamos juntos, era inevitable, yo sentía que habíamos acordado antes en momento de empezar este curso en este lugar.

En 3 meses vivíamos juntos en un piso, en 5 estábamos en una casa, con 7 meses juntos había llegado Mollie, la encarnación anterior de Brisa, en diciembre de este mismo año nos habíamos formado en el curso de yoga y estábamos de vacaciones en mi chalet, convocando nuestra estrella. Con 10 meses juntos sabíamos que la semilla de nuestra estrella estaba germinando y en mayo de 2015 sabíamos que sería una niña, y en esta misma semana Karina en meditación preguntaba a la estrella ¿cómo te gustaría llamarse? Y ha escuchado un nombre: Tainá!

– ¿Te gusta este nombre Oli?

– ¡Me encanta!

– ¡Vamos a ver que significa!

– ¡Significa estrella!

– ¡Hahahahahah! No podía ser otro.

Con el nacimiento de Tainá ganamos fuerza para dar el siguiente paso y venir a España.

Desde 2015 trabajo exclusivamente con el yoga, hago muchas otras cosas, pero me dedico al yoga y sumo casi 6000 clases impartidas en los últimos 9 años. Hace un año abrimos nuestro estudio, el MahaYoga y sentimos que nuestras semillas germinan a su tiempo, con perseverancia, cuidado, dedicación y por jamás perder la esperanza, la esperanza activa, nutrida de la acción consciente y de todo amor incondicional que podemos regalar por ser quien somos, quien venimos a ser y quien siempre fuimos.

Si permites que el yoga entre en tu vida verás que siempre has practicado yoga, que los yamas y niyamas siempre estaban, que los asanas despiertan la fuerza y flexibilidad natural de nosotros, que la respiración consciente es nuestra fuente de energía sin fin, que ir hacia dentro y que tener claridad son calidades a se polir no son nuevas, que callar el diálogo interno no es un desafío es un paso antes de iluminar el paso siguiente, y que iluminar mi camino es iluminar el tuyo porque yo soy otro tú mismo. In Lak Ech

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He tenido mi primera clase de yoga en 2007. Una amiga había empezado a practicar y al hacer un bono de 3 meses podía invitar a alguien a 3 clases fue cuando he tenido mi primer clase de yoga.

El estudio estaba ubicado en un barrio noble de São Paulo y aunque fuera lejos de mi casa he decidido probar algo nuevo. Está ubicado en una casa de 2 pisos y las salas de práctica están en el piso de arriba, el suelo estaba revestido con tatami, ese que encontramos en escuelas de artes marciales, pero aun así me prestaron una de esas colchonetas azules de 60×120 para entrenamiento físico que al final opté por no usarla.

El profesor estaba en la sala de entrada cuando llegué para identificarme en la recepción, y con una sonrisa me saludó, sin que yo supiera que él sería el encargado de mi primera clase de yoga.

Ha sido una clase de 60 minutos. El profesor había puesto un mantra, hicimos un largo Om y empezamos la clase. Yo no tenía idea de cómo era una clase yoga. Hicimos un pranayama y en seguida comenzamos a mover el cuello, gato-vaca, perro boca abajo y después de eso el profesor nos pide que nos sentáramos y empieza a demonstrar asanas que podríamos hacer si hiciéramos yoga. Hizo el kakasana, sirshasana y unas cuantas posturas más que en ese momento era imposible para la mayoría de los 5 que estábamos presentes, luego hicimos shavasana y terminamos.

Mi amiga me preguntó que me había parecido la clase, y sin mucho interés respondo que bien, pero que no me apetecía volver. Ella dijo que debería dar otra oportunidad, yo dije que si, pero jamás he vuelto a este estudio.

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Después de eso se pasaron años antes de volviera a hacer una clase con un grupo. Me había mudado a Colombia y en este momento adaptarme en otro país era mi prioridad. 2 años después de estar en Colombia empecé a practicar la meditación zazen, pero me costaba mucho poder disfrutar de los efectos de la meditación pues mi cuerpo era rígido y me dolía mucho permanecer sentado en la postura por 45 minutos, luego caminábamos lentamente al rededor de la sala y volvíamos a sentar otros 45 minutos. No he podido seguir con esa práctica, necesitaba más flexibilidad en mi cuerpo y en mi mente para poder disfrutar de esas técnicas.

Durante los años que estuve en Bogotá he podido aprender mucho, de estar feliz de tenerme a mí para acompañarme, de asumir responsabilidades y de seguir adelante en medio de las adversidades para llegar a mi objetivo. Una amiga me ha regalado un libro de Carlos Castaneda, y con sus enseñanzas callar el diálogo interno se volvió el objetivo abstracto en mi grupo de amigos más cercanos. Nos íbamos al desierto de la Tatacoa por unos días para experimentar el silencio y tener encuentros con el desconocido.

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En finales de 2011 había decidido irme de Colombia y volver a Brasil para visitar la familia y amigos, descargarme de objetos, equiparme de lo esencial para sacarme un año sabático. En 2012 se acabaría el mundo y no me gustaba nada pensar que terminaría todo buscando dinero para pagar cuentas entonces me fui de mi pueblo en marzo de 2012, mi hermana me dejó en la estación de bus de São Paulo y en la mañana siguiente estaba en la frontera con Bolivia. Tenía como objetivo llegar en Leticia, que es la capital del departamento amazónico de Colombia, y que hace frontera con Brasil y Perú, me tomaran 12 días de viaje llegar a mi destino y cuando llegué puede descansar finalmente.

En este momento yo había leído muchos libros de Castaneda y intentaba aplicar sus enseñanzas a todo momento, aunque era agotador me ha servido mucho, me ha permitido mantener la atención plena en el momento presente, lo que me ha permitido observar los detalles, conocer gente interesante y librarme de trampas maliciosas por muchas veces.

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Ya en Leticia, he conocido a una pareja de hippies que me ofrecieron una cabaña para alquilar por 2€ al día en la Comunidad Multiétnica Tacana que está ubicada a unos 20 km del centro de Leticia, un barrio que ha sido creado después que el gobierno colombiano implementara un proyecto que tenía como objetivo: Hacer el Amazonas productivo, y para eso debería crear una carretera desde Leticia hasta Tarapacá, 200 km de carretera de sur al norte cortando la selva amazónica a 50 km de la frontera con Brasil. Felizmente han podido entregar solamente 18 km de la carretera. En ese tramo la carretera a cortado muchas comunidades indígenas que fueron desplazadas y re-ubicadas a la orilla de la carretera provisoriamente con la promesa de que serían demarcadas tierras a ellos más adelante, los años pasaron y los asentamientos se volvieron barrios y cuando demarcaron las tierras muchos ya no querían meterse en el bosque a vivir como antes.

La comunidad Tacana estaba compuesta por 98% de indígenas en su mayoría Yucunas, Macunas y Uitotos con quien he tenido mucho contacto y creado amigos. Los 2 % eran personas que buscaban tierras de bajo coste, irse de las ciudades o simplemente habían llegado ahí por cuenta del destino.

He vivido en el Tacana por 5 meses en 2012, fueron días intensos y poderosos como un bosque de esa magnitud puede proporcionar a los que ahí vivan, he construido casas, canoas, he aprendido a tejer el techo con hojas de acaraná, a ubicar bejucos que contienen agua potable, a usar muchas plantas medicinales y a escuchar y respetar el monte, pero una de las cosas que más he hecho en esos 5 meses era estar sólo y en silencio.

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Uno de mis objetivos en este viaje era encontrarme con un chamán y aprender de él. En la finca que estaba mi cabaña había otras dos, una del propietario y otra vivía una pareja de hippies. El propietario se llama Terry, su pareja Pilar y sus hijos Whaira de 10 años, Tainá de 6 años, Sebastián de 4 años y Luz Celeste que todavía estaba en el útero de Pilar con 4 meses. La pareja era Walter y Natalia que estaba embarazada de Inlakesh que he podido estar para su llegada.

Me hice muy amigo de todos, pero Walter era mi colega. Era aprendiz de brujo y hemos podido compartir mucho conocimiento en esos meses. Walter ha sido quien me ha presentado el Tzolkin y ese conocimiento es un regalo del tiempo que he recibido de tus manos, él tenía un libro de José Argüelles – El Llamado de Pacal Votal: El Tiempo es la cuarta dimensión, y eso es uno de los regalos más valiosos del Amazonas a mí.

Ahí también he conocido a Don Jesus, que en el primer día que he visitado su choza me a pedido como “regalo” un sombrero de paja que había encontrado en un círculo de piedra en el desierto de la Tatacoa años antes, ese sombrero lo había encontrado en una de esas excursiones que hacíamos a ese desierto, lo había visto y mi amigo Diego se me adelantó y lo cogió, pero cuando me fui de Bogotá en 2011 él me “devolvió” diciendo que yo era su verdadero dueño, yo decía que era un regalo de Don Juan para mí, pero el sombrero ha quedado poco conmigo.

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Don Jesus era un señor que vivía a hora y media caminando bosque adentro, él se negaba vivir como “blanco” y vivía sólo lejos de los demás humanos. Don Jesus era Uitoto, y en la hierarquía del clan era el cantante, el que conocía las canciones ancestrales de los rituales y fiestas, y como he sido baterista por 15 años me he identificado en un primer instante con él, aquí me he dado cuenta que al abrir el corazón la sincronicidad llega. Don Jesus tenía un hijo de mi edad, 31 años en ese momento, y con ellos he aprendido mucho del clan, de las plantas y de las historias que se contaban desde un principio.

Esos 5 meses pasaron volando, y en agosto tenía planeado volver a Brasil para la boda de mi hermana, un poco antes de emprender mi viaje de regreso he cogido dengue y durante 10 días estuve enfermo, pero me cuidaron con mucho cariño mis amigos, y cuando me he recuperado hice el camino de retorno a São Paulo. Esta enfermedad me ha tomado 10 kilos de peso, cuando llegué a mi pueblo mi madre y mis amigos se asustaron con mi aspecto, toda esa fuerza amazónica que había conquistado en esos 5 meses me ha tomado de vuelta el monte, pero no me he molestado por eso, yo confío en la inteligencia de la naturaleza.

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Estuve 2 meses más en mi pueblo y durante ese tiempo hay un espacio cerca a la tienda de costura de mi madre que se llama Espacio Mizar, ahí empecé a practicar yoga en grupo, aunque no me pude profundizar he podido aprender el surya namaskar y poco más, luego seguí viajando. Me fui a una isla al sur de Rio de Janeiro, Isla Grande, una isla turística muy salvaje con mucho bosque y playas desiertas. Durante un mes estuve conociendo la isla, después me ha tocado trabajar como camarero. He conocido a 2 argentinas, una de ellas era profesora de yoga y cuando los días libres se juntaban íbamos a una playa y practicábamos en la puesta del sol, tenía un grupo de amigos y disfrutábamos mucho de esos atardeceres con yoga. En ese momento el yoga ya hacía parte de mi rutina diaria, siempre que podía encontraba un lugar para saludar al sol y meditar.

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De la isla me fui a Rio de Janeiro, yo hacía artesanías, y después del Amazonas y de la temporada en Isla Grande tenía mucho material para hacer pulseras, collares, atrapa sueños, cortinas, brincos, llaveros. Tenía una cantidad de productos exóticos hechos con mucho poder, cantando mantras y con un acabado muy guapo. Subí a Santa Teresa para exponerlos cerca al cine alternativo ahí arriba cuando de lejos reconozco a Eduardo Marinho, un tipo que había conocido años antes en Youtube, pues subieron una entrevista suya, y todo lo que decía él resonaba en mí, reconocerlo ahí era una señal que mi corazón sincrónico me apuntaba. Es un gran maestro, un ser humano con mucha luz.

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El tiempo que estuve en Bogotá había trabajado como profesor de portugués en Ibraco, una escuela vinculada con la embajada brasileña para promocionar la cultura brasileña y el idioma es una manera de conectar los pueblos. Además de la escuela, también impartía clases en universidades, a empresarios interesados en hacer comercio con Brasil y a diplomáticos colombianos que debían que un idioma nuevo a cada 4 años para seguir avanzando en la carrera diplomática.

Yo ponía la entrevista de Eduardo a mis alumnos y luego discutíamos sobre el acento, las jergas, los tiempos verbales, pero lo que más me gustaba era incitarlos a hablar sobre el tema, que era sobre consciencia y la realidad que vivimos. Cuando me presenté a Eduardo en Rio y le dije que difundía su entrevista entre los colombianos nos volvimos amigos de inmediato. Me ha invitado a estar en su casa y me he quedado durante un mes, he podido aprender mucho en todo momento. En diciembre de 2012 estaba viajando con él a Visconde de Mauá donde vivían dos de sus hijos, un pueblito clavado en las montañas del litoral sur de Rio de Janeiro y ahí estuve hasta febrero. Vivía en el valle de Santa Clara, una vereda de campesinos en lo alto de la montaña. Ahí comía alimento orgánico, bebía agua que nacía de la tierra, y los colibrís pasaban volando dentro de mi pequeño chalet, he tenido días muy bonitos.

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Desde mediados de 2011, un poco antes de irme de Colombia había conocido a Mariana, un ser muy hermoso con quien he compartido momentos importantes de mi vida. Hemos tenido una relación de encuentros y despedidas, pero desde Isla Grande viajábamos juntos ya que ella iba a hacer un año de su carrera en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, estábamos juntos en el Valle de Santa Clara cuando algo le pasó, una fuerza ha hablado a través de ella a mí y durante una noche el tiempo se ha dilatado en años. En el día siguiente ella todavía estaba afectada, entonces tuve que llevarla de regreso a Colombia. 3 días después estábamos en Cali, durante el mes siguiente estuve en la casa de sus padres acompañándola y pasado ese tiempo ella estaba bien. Sus padres vivían en una condominio cerrado con muchas casas de campo, es un sitio muy tranquilo, en la sede de este condominio se hacían clases de yoga y nos apuntamos, en la primera clase Carlos (que solamente después fui a descubrir que era un sacerdote maya), me miró y dijo que me conocía y que yo debía ir a conocer su escuela de yoga que estaba en una finca a unos kilómetros de allí, terminando la clase fuimos directamente después de la clase a su finca y me lo ha presentado todo.

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Era una finca muy grande, con un lago, un bosque de bambúes, un círculo de unos 10 metros de diámetro con 4 grandes piedras ubicadas en las 4 direcciones para rituales de fuego, otro círculo con un laberinto de pierdas para meditar por el camino, un huerto en forma de mandala, una arboleda de frutales con una casa en un gran árbol. Una casa colonial muy grande, con grandes ventanas y detalles en madera antigua con una gran sala de yoga con las ventanas hacia todo eso descrito antes. Al fondo había una casa de madera de 2 pisos con 4 habitaciones, Carlos me ha ofrecido una de esas habitaciones y que hiciera su curso de formación de yoga. Cuando terminamos la clase, de camino a su finca, él abrió su portátil, preguntó mi fecha de nacimiento y me dijo que yo era como él, era Kan, Kukulkán, la Serpiente Emplumada en Maya Tecum, y que si me dedicara sería un excelente profesor de yoga, y más, que tenía la configuración para traer hacia la luz el conocimiento que está escondido. Estuve 3 meses viviendo en la Ishka Yoga, practicando todos los días, en los fines de semana tenía las clases de la formación, en huerto, los rituales y las clases de portugués que había retomado en Cali para mantenerme.

Después de esos 3 meses era tiempo de seguir adelante, mi pasaporte iba a caducar y tenía que volver a Brasil, mi camino con Mariana llegaba a su fin y con conciencia plena de todo movimiento nos despedimos en el aeropuerto y volé nuevamente al Amazonas donde estuve por otros 3 meses.

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Luz celeste ya había nacido y Walter, Natalia y Inlakesh estaban en Iquitos a 3 días de viaje en balsa subiendo el río Amazonas. El año que había estado fuera parecía que no había existido, llegué y seguí jugando con los niños como si hubiéramos parado solamente por la comida retomando el juego cuando todos habíamos terminado.

Cuando bajé en el aeropuerto tenía dinero suficiente para comprar comida para una semana y llegar en el paradero final del bus y de ahí me tocaban 7 kilómetros caminando con 40 kilos de equipaje, yo iba paso a paso sin parar porque si parase me quedaría ahí tirado. Terry y Pilar no tenían teléfono, he podido hablar con un vecino antes y pedirle el favor de avisarles que yo llegaría el sábado.

Cuando llegué la finca estaba limpia y mi cabaña estaba arreglada para que yo pudiera acomodarme y descansar. Las niñas habían cosechado flores en los al rededores y decorado la cabaña, las sábanas estaban limpias y había leña abajo del fogón, aunque estaba muy cansado esta noche no he podido dormir porque el bosque me cantaba una canción interminable de ruidos, chasquidos, gruñidos y sonidos de una infinidad de seres que venían a saludarme.

Fueron 3 meses de superación, silencio y resiliencia. Después de casi 2 años viajando mi cuerpo no tenía forma y sentía que tenía que volver a mi pueblo, a mi casa para recuperarme de todo lo que había pasado ese tiempo.

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Mientras bajaba por el río Amazonas, son 3 días en la balsa durmiendo en hamaca, sentía que parte de mí se deshacía en el aire, que el Oliver que había emprendido ese viaje ya no existía, que lo poco que restaba volaba en el viento. Va a cumplir casi 10 años de esos días en el barco, los delfines rosados, los atardeceres amazónicos y el olor del bosque.

Cuando llegué a São Paulo mi corazón se congeló, la selva de piedra, la correría de la gente, los ruidos, mi casa en silencio. Era invierno y hacía mucho frio, y pocos días después de llegar a mi casa mi perra Janis ha muerto, y con mis lágrimas he soltado parte de la tristeza que tenía en mi corazón, no podía entender que estaba haciendo ahí, ¿Por qué tuve que separarme de Mariana, porque no puede quedarme en el Amazonas? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué es todo eso que siento?

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Poco a poco fui creando una rutina, mi momento favorito era la práctica de yoga en el Espacio Mizar, el dueño me ha recomendado un libro, El Kibailión, y que haría una tertulia sobre ese libro. Lo compré y fue como mi mente empezó a organizar todo lo que había vivido, he podido ubicar la sincronicidad de los acontecimientos que me llevaron adonde estaba, pero solamente he podido traer paz a mi corazón cuando volví a Visconde de Mauá, al Valle de Santa Clara, a mi chalet y revivir todo lo que había vivido con Mariana esa noche, todo lo que ella decía, los detalles y me acordé de una frase que ella gritaba: ¡La estrella está llegando, la estrella está llegando, la estrella está llegando! Y al final dejalo ir.

Volví a mi pueblo, pero mantuve alquilado el chalet y siempre cuando podía me escapaba a mi chalet. En diciembre de 2013 estuve ahí, y Eduardo también, ha sido un momento importante encontrar con él después de todo eso, él me ha ayudado a mirar más profundo y lejos, y que no existe una persona iluminada, existe personas iluminándose y que el sentido de la vida es la propia existencia, lo experimentado, el camino, las sensaciones, los sentimientos, todo aquello que podemos llevar cuando morimos. Después de eso me sentí ligero y me abrí al mundo y el mundo se abrió a mí.

En 2014 decidí hacer un curso de formación de yoga, iba hacer lo que Carlos me había revelado. No tuve que buscar, mi profesora de yoga del Espacio Mizar me ha recomendado la escuela donde ella se había formado, fuimos un domingo a un Havan en el Aruna Yoga y tuve la certeza de que era ese el lugar que debería seguir estudiando.

Empezamos la formación el día 14 de marzo, éramos 7 personas, 5 chicos y 2 chicas, una de ellas era a Karina, mi Karina, fue amor a primera vista, aunque ella huyó de mí en el primer día, yo ya sabía que estaríamos juntos, era inevitable, yo sentía que habíamos acordado antes en momento de empezar este curso en este lugar.

En 3 meses vivíamos juntos en un piso, en 5 estábamos en una casa, con 7 meses juntos había llegado Mollie, la encarnación anterior de Brisa, en diciembre de este mismo año nos habíamos formado en el curso de yoga y estábamos de vacaciones en mi chalet, convocando nuestra estrella. Con 10 meses juntos sabíamos que la semilla de nuestra estrella estaba germinando y en mayo de 2015 sabíamos que sería una niña, y en esta misma semana Karina en meditación preguntaba a la estrella ¿cómo te gustaría llamarse? Y ha escuchado un nombre: Tainá!

– ¿Te gusta este nombre Oli?

– ¡Me encanta!

– ¡Vamos a ver que significa!

– ¡Significa estrella!

– ¡Hahahahahah! No podía ser otro.

Con el nacimiento de Tainá ganamos fuerza para dar el siguiente paso y venir a España.

Yo desde 2015 trabajo exclusivamente con el yoga, hago muchas otras cosas, pero me dedico al yoga y sumo casi 6000 clases impartidas en los últimos 9 años. Hace un año abrimos nuestro estudio, el MahaYoga y sentimos que nuestras semillas germinan a su tiempo, con perseverancia, cuidado, dedicación y por jamás perder la esperanza, la esperanza activa, nutrida de la acción consciente y de todo amor incondicional que podemos regalar por ser quien somos, quien venimos a ser y quien siempre fuimos.

Cuando permites que el yoga entre en tu vida verás que siempre has practicado yoga, que los yamas y niyamas siempre estaban, que los asanas despiertan la fuerza y flexibilidad natural de nosotros, que la respiración consciente es nuestra fuente de energía sin fin, que ir hacia dentro y que tener claridad son calidades a se polir no son nuevas, que callar el diálogo interno no es un desafío es un paso antes de iluminar el paso siguiente, y que iluminar mi camino es iluminar el tuyo porque yo soy otro tú mismo. In Lak Ech